sábado, 21 de enero de 2012

Epístolas para un pasado (por Gustavo Mesa)

Bogotá, 01 de noviembre
En sincero agradecimiento por su presencia durante la conferencia sobre existencia alienígena que dicté la semana pasada, me reitero. Querida Matilde, usted era mi invitada de honor, a decir verdad, quería impresionarla con aquella exposición preparada minuciosamente. Sin embargo, vi con desilusión mi esfuerzo fallido: usted partió veinte minutos antes de concluirla. Sabía de su regreso a Viracachá y la hora de salida del transporte interdepartamental; ninguno de los dos intervenía con el horario de mi disertación.
Es bien conocida su erudición en estos temas y su experiencia relacionada con avistamientos personales allí en nuestro pueblo, motivos suficientes para haber intercambiado ideas luego de la conferencia. Teníamos tiempo de sobra, y por lo que pude intuir momentos antes de comenzar, cierto interés por conocernos a fondo, pues aunque seamos del mismo pueblo es claro que esta afinidad la hemos desarrollado por separado, así que esperaba un acercamiento, no sé si me habré equivocado; quizás se presentó algo inesperado que le obligó a salir con premura.
Déjeme, por favor, saber su opinión sincera sobre la manera como abordé el tema en aquella conferencia, pues la incertidumbre se cierne sobre mí. El discurso basado en mitos y creencias del pasado se diluía en mi afán de cimentar conceptos que difícilmente podía demostrar. Estoy por creer en usted como el indicador de mi éxito o mi fracaso en lo concerniente a mi desempeño como conferencista de temas alienígenos; puede decirme lo que quiera, hasta un reproche resultaría una luz en la oscuridad de mi búsqueda.
Con mis mejores deseos,
Fulgencio Llapantín.

Viracachá, 05 de noviembre
Mi estimado Fulgencio, debe perdonar mi falta de modales, sencillamente no pude con el tedio que sentí durante el transcurso de su exposición, no es que estuviera mal, por el contrario, hasta cierto punto fue impecable.
La culpa no es suya, no podía saber; el tema de su conferencia es en realidad una receta probada desde que tengo memoria y la verdad siento que ya me harté de ella, casi podía adivinar la palabra siguiente en cada oración al ir formulando su discurso y ni qué decir de las ideas, no había nada distinto a lo de siempre, nada que pudiera sorprenderme. ¿Será posible?, digo, ¿puede alguien hablarme sobre un tema conocido y causarme la misma sensación que la primera vez en que abordó mi mente?
Quizá comprenda la intención de mis palabras y lo tedioso de un asunto cuando se trata de manera reiterada, pero sin la contundencia original. Estoy segura de que quien le cantó al corazón partido (figúrese qué estribillo), logró sorprender por su inusitada originalidad, fue único, apoteósico, digno de ser escuchado una y muchas veces; sin embargo, me negaría a oír nuevamente esa frasecita del corazón partido. ¿Qué gracia tendría? Si la repitiese otro cantante y en especial si fuera en ritmo de vallenato o reggaetón, sería como una afrenta a los sentimientos que hayan podido despertar esas palabras. ¿Me explico?…
Con toda sinceridad,
Mate.

Bogotá, 06 de noviembre
Entendido perfectamente querida Matilde, ni falta que hace una explicación, pero confieso no tener la menor idea de cómo voy a exponer el planteamiento de este discurso tan trillado en su tema, y sin embargo sorprender. Tu solicitud se me presenta como un reto.
No puedo pasar por la vida diciendo que soy lo que soy si no he superado éste reto de sorprender. Ésta meta, la sorpresa, se está gestando en mí como una obsesión que ha atrapado mi tranquilidad.
Tal vez quisieras ayudarme un poco, no es trampa, ni mucho menos facilismo de mi parte, pero si me relataras brevemente la manera como oíste por primera vez sobre este fascinante tema de la existencia alienígena, quizás así pueda descubrir el modo de encontrarme con mi reto.
Inalterable en mis deseos,
Fulgencio Llapantín.

Viracachá, 10 de noviembre
Mira, Fulgencio, sorprender puede ser un asunto sencillo: entender que los detalles logran expectativas que nos distraen de rutas preestablecidas es la aventura en la que se recrea la razón. Así que para tranquilidad común, trataré de narrarte la manera como me acerqué por primera vez a este asunto. Fue a mi abuela a quien le dio en cierta ocasión por instruirme en temas religiosos, y creyó que para una niñita de once años lo más apropiado era la lectura de la biblia. Nada más inofensivo y tierno que la historia sagrada, obviamente ese recuerdo está sesgado por el potencial del conocimiento adquirido hasta el día de hoy, no te incomodaré con lecturas bíblicas innecesarias, por eso suelto el comentario tal y como salga.
¿Te has preguntado alguna vez la razón por la que Caín no fue muerto por Dios luego de asesinar a su hermano? Me parece que algunos humanos no le somos prescindibles al Creador; lo digo porque en breve, levantó como sustituto de Abel, a Set. Sin embargo, seguía asediando a Caín por las cosas que hacía o dejaba de hacer, sin endilgarle el castigo merecido… ¡Él!, que instituyó la ley del talión, se contuvo de vengar a su criatura predilecta, ¿por qué? Sencillo, Caín había logrado algunas metas, cosas que ninguno de sus contemporáneos podía alcanzar. Mientras sus congéneres seguían de la mano de su creador viviendo en cuevas, o en el mejor de los casos en toldos como nómadas, Caín se hizo sedentario, construyó ciudades sostenibles, un legado que sus descendientes supieron aprovechar. Sus hijos domesticaron animales y sin duda mejoraron el sistema agrícola (después de Adán, Caín fue el siguiente en ganarse el pan con el sudor de la frente), trabajaron metales con los que desarrollaron herramientas para alcanzar una enorme ventaja cultural sobre los clanes patriarcales de su era y hasta elaboraron instrumentos musicales que nunca nadie había tañido tan magistralmente como ellos. Dios seguía ahí observándolos, desde la comodidad del cielo miraba cómo aquellos adelantos tecnológicos les hacían más placentera la vida. Pero, ¿qué tiene que ver esto con el tema de nuestro interés? ¡Todo!
No es que Caín y sus descendientes fueran más inteligentes que sus bien encaminados hermanos, la diferencia estaba en quién les asesoraba, quién les daba información de primera mano para que ostentaran una civilización antediluvianamente adelantada. La respuesta estaba expuesta de manera tan sencilla que casi pasa desapercibida, si mi abuela no hubiera hecho referencia a los ángeles caídos. ¿Caídos? ¿De dónde? ¿Por qué?
Según ella, estos hijos de Dios se rebelaron contra su creador al decidir no continuar con sus labores celestiales. Contradecían el propósito para el cual fueron creados; al bajar a la tierra y cohabitar con los humanos, se degradaban y cometían un acto de aberración al engendrar hijos híbridos: los nefelim. Exactamente lo dicho en su discurso, al mencionar a los Igigis y a los Annunaki en la remota mitología de los sumerios, donde los Igigis no son más que aquellos ángeles desobedientes y los Annunaki su descendencia contranatural, de tal manera que su esencia era tres partes humana y una de espíritu; unos gigantes forzudos que usted mismo describió al abordar en la mitología griega a los titanes, hijos de dioses(as) y humanos(as). En realidad son los mismos relatos vistos desde las peculiaridades de diferentes culturas. Entes que provocaron el desequilibrio en la sociedad humana, a la cual debemos suponer, el ser supremo decidió destruir por medio de un diluvio, algo que usted no supo concatenar y fue la causa de mi retiro: conciliar la destrucción de aquella gran civilización que los griegos conocieron como Atlántida, con la sociedad establecida por Caín. Ahí están los extraterrestres aludidos, quizás de manera inconsciente por usted, los ángeles caídos.
Espero no se haga una imagen negativa de mí, esa es mi manera de ver las cosas y si de alguna forma sirve para exorcizar su obsesión de sorprenderme con un relato superlativo… créame, me sentiré aliviada.
Cordialmente,
Mate.

Bogotá, 20 de noviembre
Estimada Matilde, he tenido una semana de verdadera incertidumbre, su experiencia en verdad reveladora, me sorprendió. Biblia en mano me di a la tarea de corroborar los comentarios aludidos. Ese capítulo sexto del Génesis realmente me impactó, aunque lo había leído en otras ocasiones, para mí no resultaba diferente de un cuento infantil, hasta ahora. ¡Qué contundencia! ¡Qué claridad! Y pensar que estuvo siempre ahí a la espera de ser descubierto. Pero mi sorpresa aumentaba al expandir el raciocinio, pude llegar a entrever como estos alienígenas siguieron presentándose ante la humanidad, incluso después del diluvio, hasta los días de Cristo, de hecho Jesús fue uno de ellos: hijo de una mortal y un espíritu, ostentó un poder superior al de cualquier hombre, sus hechos, aunque desde nuestro punto de vista hayan sido milagros, revelaban ampliamente su origen celestial (extraterrestre). Si es verdad su resurrección y regresó a su hogar fuera de la tierra, entonces los contactos con estos seres del espacio deben ser más frecuentes de lo que cualquiera pudiera imaginar. A pesar de lo sacro de la biblia, si se limpia la hojarasca religiosa de sus versículos, habrían de descubrirse las flores escondidas en el prado de sus capítulos. Qué opinas de esto, querida Mate.
Atte.,
Fulgencio Llapantín.

Viracachá, 25 de noviembre
Me sorprendes, mas te advierto que no hay nada nuevo en tu asombro, para no ir más allá, fíjate que Steven Spielberg lo resaltó en su película El Extraterrestre. Jesús y ese muñeco
taquillero tenían más en común de lo imaginado: no eran de este mundo. E.T. se desplazó en frenética carrera sobre las aguas de un estanque sin hundirse, Jesús lo hizo sin correr, sobre las aguas del mar de Galilea; los dos realizaron sanaciones físicas, participaron en festividades con algo de alcohol y hasta tuvieron una resurrección antes de regresar a casa.
¿Acaso se debe buscar sorprender o escandalizar? ¡No caigas en ese error! Por favor, ¿puede la conmoción buscada por el escándalo, perdurar? Su gratificación es fugaz y errada. Mas la sorpresa es la idea completa, lista para ser degustada todo el tiempo que se desee y cuantas veces se quiera; porque complace, la sensación creada se compagina con la verdad latente.
Quizás el asunto esté en replantear los conceptos, tal vez al observar los detalles que suelen darse por sentado, pero que en realidad no han sido debidamente analizados. Esto me hace recordar un asunto que tengo pendiente por dilucidar sobre la conferencia que diste. ¿Qué sucedió con los Igigis luego de que el diluvio destruyó los cuerpos que crearon para convivir con la humanidad primitiva?
Lo pregunto porque sin duda los Annunaki, sus hijos, por ser humanoides no tuvieron posibilidad ante el inminente fin provocado por aquel cataclismo, y sus tres partes humanas arrastraban el sello de la mortalidad.
Espero respuesta.
Mate.

Bogotá, 26 de noviembre
Usted me desconcierta, Matilde querida, ahora sólo puedo divagar; asomar la razón al ventanal de lo divino sólo me ha traído angustia, aún pesa en mí la carga de la deidad, pero supongo un fin humano a los cuerpos materializados por ellos mismos. Su parte divina e inmortal, (en el buen sentido de la palabra), debió regresar a su lugar de origen, aunque quizás en vano, ya que no eran parte de esos ángeles sometidos a la voluntad del creador. Hay quienes creen ver en la referencia: “echados al tártaro”, el castigo inmediato de su error, pero éste tártaro no es un lugar, sino más bien una condición de inhibición donde ya no pueden acceder al cielo, tampoco volver a lo físico para interactuar con la humanidad y así procrear nuevamente hijos. Sí existe la idea del limbo éste aplicaría exclusivamente a ellos, lo difícil del asunto es descubrir la ubicación de esa condición tartárica. Si me atengo al buen sentido del creador, lo situaría en el lugar más apartado de la humanidad o quizás… bueno, a veces pienso, es mejor no saberlo.
Alguien me hizo caer en buena cuenta de la celebración del primer día de este mes. ¿A qué difuntos conmemoramos? Un cristiano diría, sin duda, a todos los difuntos bautizados en la fe. El problema es que casi todos los pueblos de la tierra sin importar la religión que profesen, observan éste día de los muertos, día coincidente con el inicio invernal en el hemisferio Norte; ésta asociación de lluvia y muertos bien pudiera rememorar en el inconsciente colectivo de la humanidad la destrucción por un diluvio, de nuestros primeros ancestros, además de los hijos de los ángeles y de los cuerpos de esos ángeles. Aunque esos cuerpos hayan vuelto al polvo de la tierra, lo único que no recicló el planeta fue la parte intangible de esos ángeles caídos, su espíritu. Espero sirva de algo esta reflexión en tu análisis sobre el paradero de esos entes que percibo como ángeles caídos, quizás extraterrestres o en el peor de los casos, demonios.
Dime, ¿realmente viste ovnis en Viracachá o uno ve lo que quiere ver?
Con todo afecto,
Fulgencio Llapantín.

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Sobre el autor:
Gustavo Mesa Bernal. Nací en Bogotá el 24 de marzo de 1961. Mi profesión es la lutheria (instrumentos folklóricos de percusión y viento), me dedico a la investigación de la mitología universal y en especial la de mi pueblo cundinboyacense; por ello mis escritos, sean relatos o poesías, parten de una exploración de las concepciones y apreciaciones de nuestros ancestros. He recibido un taller de poesía en la Casa Silva, dirigido por mi distinguido amigo y escritor Armando Orozco, y participé en el Club de Literatura de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño entre 2006 y 2010. También he recibido mucha colaboración de mi esposa, que es escritora, y de mi hija, que estudió literatura y lingüística en la Universidad Nacional. El cuento aquí publicado hace parte de la antología "Cuaderno 2011", proyecto ganador de una de las Becas a la Edición de Antologías de Talleres Literarios del Ministerio de Cultura de Colombia (2011).

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