Anoche me convertí en un sapo, era grande y baboso, saltaba muy alto, pero era fofo y pesado. Vi que se aproximó una nube y me alegré porque con las nubes siempre llega el agua, pero la verdad no fue nada agradable. Las gotas escurrían por mi piel en lugar de penetrarla, no me volvía frágil, al contrario, la piel se entumecía por el frío y esa sensación babosa se hacía cada vez más babosa. No sabía en dónde meterme para escapar de esa nube que a pesar de ser tan hermosa no era tan amable como yo pensaba. Decidí entonces esperar hasta que escampara, igual sabía que cuando saliera el sol, yo me iba a acostar en el pasto con la barriga hacia arriba para secarme. Éste siempre ha sido uno de mis momentos favoritos, creo que lo único mejor que eso es pararme después y escuchar cómo crujo. Pero esta vez, como era un sapo, me puse pegachenta y me dio mucha sed; y cuando me paré, en lugar de un crujido escuché un croac. Un croac durísimo que me hizo aterrizar. Entonces me levanté y le dije a mi mamá lo que había soñado, y le mostré cómo en las letras de mi vestido se podía leer todo lo que había sucedido. Ella me miro muy raro y me dijo: “Alístate que hoy vamos a celebrar tu cumpleaños”. Pero para mí, hoy no es el mejor día del año, porque ya llevo un año con mis ojos, mis orejas, mi nariz y mi boca y me ha costado mucho acostumbrarme a ellos, sin embargo, cada año, el día de mi cumpleaños vuelven y me los cambian.
El año pasado recuerdo que mis ojos tenían un brillito con forma de media luna, y de resto eran negros, profundos. Y cuando cumplí años, resultó que tenían un toquecito de azul y no me gustó. Puede ser que hoy me pongan de nuevo unos negros con una media luna muy blanca que los haga brillar. A mi amigo Carlos, le han ido encrespando el pelo, cuando lo conocí lo tenía liso y ahora parece que tuviera una esponja en la cabeza.
Con Carlos nos gusta ir a caminar por la colina que está detrás de la casa, porque bien arriba hay un árbol que tiene unas barbas muy largas que le cuelgan y las raíces son gruesas y fuertes. Se nota que le gusta estar mucho en ese lugar porque es de esos árboles que nunca se mueven. Sólo mueve sus barbas con el viento. Al árbol a diferencia mía, no le gusta que llueva, porque la barba se le pone muy pesada con el agua y varias veces se le ha caído de a pedacitos.
Nos quedamos un rato hablando con el árbol, él nos cuenta historias de cuando el mundo era joven y me encanta cuando me habla y dice mi nombre: “Claudia”, con esa voz ronca y estruendosa. Después esperamos a que las corrientes de aire nos levanten y, así, volamos hasta llegar abajo nuevamente.
Recuerdo el primer día en que mi papá me trajo a este mismo lugar para enseñarme a volar. Me encantó el aire caliente en mi pecho, pero no me gustó tanto la arruga que quedó en mí frente a causa de la caída. Lo peor es que tuve que esperar hasta mi cumpleaños para que me cambiaran la frente y me dieran una nueva, sin arrugas.
...
Sobre la autora:
Diana Paola Castillo, soy Artista Plástica de la Universidad de los Andes, con estudios en Animación y Dibujo de la Universidad Javeriana de Bogotá y la Universidad Nacional de Colombia, respectivamente. He participado con mis trabajos de pintura, dibujo y video en diferentes espacios de divulgación artística en Colombia como el II y III Festival Internacional de Cine para Niños de Bogotá, en el VIII Festival Internacional de la Imagen de Manizales, el III Salón de Arte Jóven del Club El Nogal de Bogotá, entre otros. Sin embargo pienso que el artista es artista por su esencia y lo más valioso es cultivar el arte desde adentro y madurarlo para poder compartirlo, y, así, contribuir a la sociedad a la que pertenecemos. El arte determina mi existencia, la manera en que percibo el mundo y cómo me desenvuelvo en él; soy una soñadora nocturna, bailarina de danza árabe, con una gran pasión por la docencia y gracias a los talleres de Cuento y de Creación de Personajes de Luziérnaga Café Libro, he podido experimentar mi creatividad a través de la escritura. Mi sitio web es www.dianacastillopintayanima.com y mi blog es espiritupeludo.blogspot.com El cuento aquí publicado hace parte de la antología "Los Iletrados", proyecto ganador de una de las Becas a la Edición de Antologías de Talleres Literarios del Ministerio de Cultura de Colombia (2011).
El año pasado recuerdo que mis ojos tenían un brillito con forma de media luna, y de resto eran negros, profundos. Y cuando cumplí años, resultó que tenían un toquecito de azul y no me gustó. Puede ser que hoy me pongan de nuevo unos negros con una media luna muy blanca que los haga brillar. A mi amigo Carlos, le han ido encrespando el pelo, cuando lo conocí lo tenía liso y ahora parece que tuviera una esponja en la cabeza.
Con Carlos nos gusta ir a caminar por la colina que está detrás de la casa, porque bien arriba hay un árbol que tiene unas barbas muy largas que le cuelgan y las raíces son gruesas y fuertes. Se nota que le gusta estar mucho en ese lugar porque es de esos árboles que nunca se mueven. Sólo mueve sus barbas con el viento. Al árbol a diferencia mía, no le gusta que llueva, porque la barba se le pone muy pesada con el agua y varias veces se le ha caído de a pedacitos.
Nos quedamos un rato hablando con el árbol, él nos cuenta historias de cuando el mundo era joven y me encanta cuando me habla y dice mi nombre: “Claudia”, con esa voz ronca y estruendosa. Después esperamos a que las corrientes de aire nos levanten y, así, volamos hasta llegar abajo nuevamente.
Recuerdo el primer día en que mi papá me trajo a este mismo lugar para enseñarme a volar. Me encantó el aire caliente en mi pecho, pero no me gustó tanto la arruga que quedó en mí frente a causa de la caída. Lo peor es que tuve que esperar hasta mi cumpleaños para que me cambiaran la frente y me dieran una nueva, sin arrugas.
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Sobre la autora:
Diana Paola Castillo, soy Artista Plástica de la Universidad de los Andes, con estudios en Animación y Dibujo de la Universidad Javeriana de Bogotá y la Universidad Nacional de Colombia, respectivamente. He participado con mis trabajos de pintura, dibujo y video en diferentes espacios de divulgación artística en Colombia como el II y III Festival Internacional de Cine para Niños de Bogotá, en el VIII Festival Internacional de la Imagen de Manizales, el III Salón de Arte Jóven del Club El Nogal de Bogotá, entre otros. Sin embargo pienso que el artista es artista por su esencia y lo más valioso es cultivar el arte desde adentro y madurarlo para poder compartirlo, y, así, contribuir a la sociedad a la que pertenecemos. El arte determina mi existencia, la manera en que percibo el mundo y cómo me desenvuelvo en él; soy una soñadora nocturna, bailarina de danza árabe, con una gran pasión por la docencia y gracias a los talleres de Cuento y de Creación de Personajes de Luziérnaga Café Libro, he podido experimentar mi creatividad a través de la escritura. Mi sitio web es www.dianacastillopintayanima.com y mi blog es espiritupeludo.blogspot.com El cuento aquí publicado hace parte de la antología "Los Iletrados", proyecto ganador de una de las Becas a la Edición de Antologías de Talleres Literarios del Ministerio de Cultura de Colombia (2011).
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