domingo, 25 de diciembre de 2011

Flash, té flash (por Alex González)

(Fragmentos del relato Amores para pragmáticos)

Hoy mis palabras parecían mudas, la inspiración corta y los sueños grandes. Para empezar me regalé un par de sonrisas y ambientaba un buen jazz. Ritmos cortos, nada novedoso, mucho ruido; los negros eran grandes músicos.
Cortos viajes por el arte daban cuenta de lo no fabricado. Roguemos por los ausentes del talento y por los que no conocen la estética. Cada monosílabo para un amor, cada tono para un pensamiento. Creo que desde ahora escribiré así, es más divertido.
Rimbo dicotombo, rimbombante; chafa, chapetones, ¿chafetonía? Quién conoció a Elvira la pintora, o a Ema su emperatriz. Rimbo dicotombo escuchaba de esa canción que no entendía, y recordaba a la madre de Elvira la actriz, Ema la cómplice, y Clara su amante.
Letras, no hay letras, ritmos sin ritmo, lugares sin vida, vidas sin espacios, espacios sin elementos, elementos fraccionados. Fracciones de segundo, pero aún mejor de lugar. Elementos que me enseñaron a modificar. Una canica en la mitad de la galería, una cisterna en medio de la autopista, ¿eso es revolucionar?
Enfrentar al miedo, enfrentar al arte. Mi amigo el historiador me comprendía. Donde manda el arte es porque se escapó el hombre. Las llaves las conserva él, y hay muy pocos cerrajeros. Rimbo dicotombo, rimbombante, volví a escuchar, no creo que esté loco.
A mi inherente y terco deseo de escapar con quien se lleva las llaves, le sumo que no creo en eso que le llaman alegría, ¿Dónde está esa fulana disfrazada? Quiero que me cuente un par de bromas. Rimbo dicotombo, rimbombante, creo que me estoy empezando a divertir.

Ladrillo
Los despiadados deseos del nuevo día no se hicieron presentes.
¡Son tan pocas las cosas que sabemos con certeza! Hoy quise preguntarle al viento, ¿Qué es azul?, ¿Qué es rojo? y, ¿qué es amarillo?, entre nosotros, el verde no me gusta y no por asuntos de pasión.
Empecemos a realizar una actividad. Si hoy te pregunto lo que el necio viento me respondería con silencio, me dirías mucho. Pero ¿qué es blanco? Corríamos tras un balón con un par de chicos, no quiero creer que sólo escribo locuras. Tampoco puedo creer que las leas. Tampoco puedo creer que me entiendas. Me sigo divirtiendo. La palabra anterior suena algo cómica, pero todo esto es un abrebocas para algo que les quiero contar. Soy poco gracioso.
Amores para pragmáticos, es como patinar solo sobre el hielo. Es un té frío, una guitarra sin cuerdas. Es algo que cada andante siente, pero no quiere expresar. No les mentiré, quizá les tomaré del pelo, quizá sólo intente persuadirlos en mi buen recurso como periodista.
Amores para pragmáticos son esos intentos de prender la hoguera sin leña. Mi madre me advirtió sobre esto, y a pesar de ser tan joven aún sigo con el intento de vivir. Puedo comprar mucha lana, pero éste suéter no se cose solo. Ser frío me gusta, pero si es para darte un consejo. Ser frío me gusta si de ser humano no se trata. Ser frío me gusta si sé que es amar, y no entiendo el por qué hacerlo. Ser frío es saber que existen imposibles.

Del presente
Le quise decir a mi amigo el puma unas palabras cortas que mejor consignaré en este desordenado texto. No me interesa si quien lo lea lo entiende, o le encuentra una razón lógica. Cada quien lee lo que quiere.
Les contaré algo pero advierto, alteraré los personajes, los lugares, el tiempo y el espacio —ojalá me escuchara Einstein— para no producir sentimientos adversos a lo inocuo.

Amores prohibidos
Cartas llegaban a mi puerta cada día, mujer romántica, mujer que amaba el arte. Lo que siempre busqué se presentó ante mí, Tic tac, hacía mi corazón antes de conocerla.
Siempre que veía sus ilustres murales, pensaba qué habría dentro de ella —no era un médico para saberlo ni para realizarle un diagnóstico, un TAC o una radiografía—, pero conservaba el deseo de entrar en su vida.
Un día, dejé caer la Sexta, cuando la Cuarta y la Quinta refunfuñaban —mi madre dijo que ya lo hacía bien—. Empero, el sonido se eternizó en ese alguien que al escucharlo merodeando por su mural quiso devolvérmelo. Golpeó a mi puerta, y me dijo: —Esto sólo puede ser suyo—. La miré aterrado, y pregunté: —¿Cómo supo usted tal cosa? —Es bello—, no agregó nada más y se fue.
Respondí con agravios su cumplido. Le visité en la vieja galería Cuarenta y hablé bien a unos amigos sobre ella. Supe su nombre porque estaba instalado en uno de sus murales con cierta timidez. La busqué por algunos medios y efectivamente estaba allí.
De sus cuadros dependía mi estabilidad, su gusto entró en mí y causó malestar. Malestar para el pragmático solitario se podría revelar en un efecto de la náusea y dar remedio a un caso ciego.

...

Sobre el autor:
Álex Gonzales Jiménez. Soñador y periodista. Asiste al Club de Literatura de La Fundación Gilberto Alzate Avendaño desde 2010. El fragmento aquí publicado hace parte de la antología "Cuaderno 2011", proyecto ganador de una de las Becas a la Edición de Antologías de Talleres Literarios del Ministerio de Cultura de Colombia (2011).

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